domingo, 30 de enero de 2011

Domingo de invierno y nublado



A menudo me sorprendo pensando en la insignificancia del ser humano, (qué estúpidos y qué pequeños somos) para en tres segundos darme cuenta de la grandeza de las cosas más cotidianas y simples. En esos momentos todo lo que hay a mi alrededor me sorprende. Soy incapaz de visualizar lo que me rodea como algo normal. Las gafas, un azucarero, restos de café por la mesa, un bolígrafo de propaganda, el gato, el aire que mueve el molinillo del balcón, la manta de cuadros... y tú debajo durmiendo agarrada a mi pie helado.

Sólo son las 8 de la tarde de un Domingo cualquiera.

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