domingo, 8 de septiembre de 2013

Amor en conserva



Amor en conserva... una película de los hermanos Marx en una mañana nublada de domingo.

Posiblemente sea así, tal vez una forma pragmática de ver el amor, "en conserva". Protección de acero y etiqueta identificadora en colores llamativos, para que no se te olvide lo que lleva dentro, anilla para su fácil apertura pero lo suficientemente apretada para que no se escape nada, y en la tapa, la fecha de caducidad medio borrosa"consumir preferentemente antes de... ". Oculto en un estante de la cocina, detrás de las latas de atún y mejillones en escabeche, ahí está, apartado de la luz, envasado casi al vacío. Se "conserva", meses, años... lo hacen así, lo envasan de este modo para que no perezca, y perdure muchísimo tiempo, quizás para algunos demasiado, y al final no acaban de fiarse de sus buenas condiciones cuando deciden de una vez por todas comerse esa lata. ¿Escepticismo?... quizás.

Siempre he querido saber qué pasa, qué pasa con ese amor en conserva, qué pasa con las características organolépticas (como dicen los digestivos) de ese amor encerrado cuando por fin, después de haberlo escondido y guardado celosamente durante tanto tiempo, como un ratoncillo con su tesoro, decides abrir esa lata... Puede que no sea lo que esperabas, puede que se quede corta, puede incluso que no te hayas dado cuenta de que ya se había pasado de fecha... has esperado demasiado, debiste abrirla en su momento antes de que todo se fuese a la mierda y tengas que tirarlo todo a la basura.

Te autoconvences -lo que pasa es que el amor en fresco está sobrevalorado...-, mientras los demás comen ensalada, tú te bajas al supermercado y te compras otra lata, para volver a colocarla en ese lugar idealmente diseñado para ella, eso es todo lo que hay.




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