lunes, 22 de diciembre de 2008

Combustión febril

Como empieza ese fragmento de no recuerdo qué, libro, película, poesía... : "anoche pasé frío"



Mi ventana estaba cerrada y mi cuerpo estaba ardiendo, reposaba sobre la cama conocida, mi cama de siempre. Llevo un buen rato con el soniquete del sorteo de navidad tronandome. Las ventanas a cal y canto, la persiana bajada. ¿Por qué tengo tanto frío? ¿qué hora será? Tarde, seguro.

Me permití el lujo de privarme de las entradas y salidas de oxígeno proveniente del espacio exterior, al menos durante unos segundos, para que las malditas anginas dejaran de acuchillarme. Si habría de morirme sería con mi propia combustión. Así lo siento, tan caliente que podría iniciar un big-bang dentro de mi telencéfalo.

Es más, creo que ni siquiera tengo derecho a expulsar esas partículas víricas a ningún ser circundante, a mi ser circundante, mejor dejar la boca cerrada, no respirar, resignarme.

Sin embargo nunca se inicia esa combustión espontánea.
Inexplicablemente el pequeño ser que sigue vivo, aquí dentro de esta habitación en semipenumbra, me cede generosamente su oxígeno y mis pulmones lo aceptan con simétrica generosidad.

No hay combustión. No por el momento. Me vino bien el vaso de agua, al que acompañé con un ibuprofeno, un paracetamol de un gramo, o quizás fueron dos, y lo primero en antibióticos para estúpidas alérgicas. Alimento vivo, vida alimentada... Mmmmmm!!!

Aún no me atrevo a subir la persiana, ni mucho menos a abrir la ventana pero decido mirar al otro lado de la cama, de mi cama de siempre... El olor del suavizante resucita mis sentidos y mi ánimo... buenos días... susurro... creo que tengo fiebre y no me ha tocado el gordo.

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